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Sin demasiados preámbulos, los dejo en compañía de dos de mis prosas, la primera (casi narrativa) corresponde a mi primer libro; Framboise passionné, por el contrario, es una muy reciente creación que podrán encontrar en el libro en lanzamiento. Que las disfruten.
Framboise passionné. Sin importar a lo que ahora juguemos, durante toda esta noche he pensado que a pesar de las innumerables horas, aún tan vivas en mi mente, los eclipses no se marchan todavía; vos inevitablemente has empacado, vos ya no contás jazmines, vaciaste ya el placard y te exiliaste del universo que sólo yo parezco entender. No sé como decirlo… me siento lleno, realmente, pero frío en la piel y eso vacía más que el horrible olvido. Y escondo caramelos de frambuesa entre las sábanas, riego las moribundas orquídeas de las macetas del patio; luego de alguna que otra lluvia casi te siento, pero ya nada me resulta claro, todo parece parte de un virtual mundo al que no pertenezco. Entonces, verás, no se trata de un juego, no se trata de necesidades, no se trata de líricas ni canciones, no tiene nada que ver con los romanticismos que guardan los eclipses y las horas en mi mente, ni con el vacío placard ni las flores del jazmín que tanto te extraña. No es el silencio ni los dulces en mi cama, no son las cosas que entiendo, que siento o que vuelven; no son los universos internos ni, mucho menos, los sentimentales. Se trata de sexo, sólo eso, mujer.
No pensaba salir..., pero a las tres menos cinco me encontré envuelto en la oscuridad de aquella disco. Rodeado por música, humo y psicodélica, me uní a los cuerpos de la pista y me deje devorar por el ritmo; me entregué a un baile que pareció no tener fin. Dicen que tomé. Quizá fue la paranoia del alcohol quien me hizo encontrarla. Ella recorría sus bolsillos buscando su encendedor cuando mi fuego le ofrecí. Le sonreí y le di mi opinión sobre el boliche; quebró sus labios y, acompañada por el mejor de los temas en inglés, me resumió con sarcasmo su día. Intercambiamos las bebidas, nos tomamos de la mano y ya nunca más pude olvidarla. Nos escapamos de allí conversando hasta llegar al pub. Idénticos fuimos caminando al compás del segundero. Le regalé mi aliento a sus manos demostrando que por ella vencería hasta al invierno, y me perdí de a poco en sus ideas dejando atrás mi voluntad. Escogimos la más linda mesa; me senté frente a ella pensando de qué hablar...en un par de minutos de mis ojos fue la charla y en sus manos terminó. Empapé mis sentimientos en licor, y a la tercera copa reímos hasta del color de su mirada. Con juegos sensuales y entre abrazos, besé su mejilla camino a sus labios, y sin una palabra de más me explicó que a besar yo esa madrugada aprendería. Se dibujó el amanecer sobre aquél cielo, se apagaron una a una las estrellas y la ciudad dejó de ser silencio; y más allá de sus palabras ya nada me importó...me fue indiferente todo el universo. Y después de que mi noche se vistiera de sueños, prefería un frío fallecer, antes que de ellos tener que despertar. Obligado a calcinarme tras aquel amor ficticio, me vi pintado en sus pupilas del color de las cenizas y resecas por las sombras de mi cuarto sin sol. Los pétalos de rosa se cansaron de imitarla, marchitos se murieron...y yo, teniéndola a mi lado, al fin esa mañana me dormí. Diego J. Barrios /2007/ Todos los derechos reservados.
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